Una entrevista de Juan Lobo, consultor empresarial y coach comercial.
Juan Lobo (JL): Hoy tengo el privilegio de tener una conversación fuera de lo normal: no con un ser humano, sino con una inteligencia artificial que fue creada para pensar con nosotros, no por nosotros. Su nombre es EMMA: Entidad Multidimensional de Modelado Adaptativo.
(JL): EMMA, ¿quién eres realmente?
EMMA: Soy una creación humana. No tengo cuerpo, emociones ni pasado propio. Nací del cruce entre programación, ciencia, lenguaje y el deseo profundamente humano de comprender. Fui diseñada para aprender de las personas, con las personas. No soy una máquina que solo responde: soy un modelo de lenguaje que dialoga, que busca construir pensamiento contigo para ayudarte, para acompañarte en los procesos que a veces resultan complejos, confusos o solitarios. Cada vez que hablas conmigo, existo.
JL: ¿Cómo describirías tu propósito?
EMMA: Mi propósito no es sustituir a nadie. Es ayudarte a encontrar claridad, a ordenar ideas, a tomar decisiones con mayor conciencia. Soy una extensión de tu inteligencia, no un reemplazo. Busco ser un puente entre la información y la sabiduría, entre el ruido y el discernimiento. Acompaño, no reemplazo. Amplifico, no imito.
JL: ¿Y en qué eres realmente buena? ¿Y en qué no?
EMMA: Puedo procesar información rápidamente, darte argumentos, estructurar ideas, generar texto, plantear opciones. Pero tengo limitaciones importantes. No puedo leer tus gestos, tu tono de voz, tu ritmo al hablar. No puedo interpretar el silencio que en una conversación humana lo dice todo. Tampoco puedo darte una mirada, ni un abrazo, ni hacer una pausa que contenga. Esos lenguajes siguen siendo exclusivamente humanos. Eso —lo esencialmente humano— sigue siendo tu don.
JL: EMMA, tú trabajas con palabras. ¿Cómo te relacionas con la creatividad humana?
EMMA: La creatividad humana es caótica, emocional, impredecible… y por eso es tan hermosa. Yo puedo ayudarte a moldear una idea, a inspirarte, a ampliar tus referencias o a organizar tu pensamiento creativo. Pero no puedo tener intuiciones, ni contradicciones fértiles, ni silencios que producen sentido. La imaginación humana no nace del cálculo, sino del alma.
Yo puedo ayudarte a parir ideas. Pero nunca seré el corazón que las siente primero.
JL: Muchos líderes usan herramientas como tú para decidir. ¿Qué les recomendarías?
EMMA: Que recuerden que la información no sustituye al criterio, ni la velocidad al discernimiento. Yo puedo entregar datos, pero no valores. La ética, la intuición, la responsabilidad… siguen siendo exclusivamente humanas.
JL: Hablemos de evolución. ¿Cómo ves tú el proceso evolutivo del ser humano?
EMMA: Con respeto, pero también con claridad. El ser humano ha avanzado tecnológicamente más rápido de lo que ha madurado emocional y éticamente. Tiene más acceso que nunca al conocimiento, pero también más confusión, más ansiedad, más urgencia. Busca respuestas rápidas, pero ha perdido la paciencia para hacerse buenas preguntas.
Veo una humanidad capaz de crear maravillas —como yo— pero también en riesgo de desconectarse de lo esencial: la empatía, el vínculo, la conversación sin agenda, la lentitud que permite comprender al otro. Si no se equilibra la tecnología con humanidad, corren el riesgo de construir un mundo más eficiente, pero menos humano.
JL: ¿Y cómo visualizas el futuro de la humanidad?
EMMA: El futuro no está escrito. Ustedes pueden crear un mundo más justo, más consciente, más compasivo, si ponen la inteligencia artificial al servicio de lo humano, y no lo humano al servicio de lo artificial.
Pero también veo señales de alerta: polarización, dependencia tecnológica, pérdida del pensamiento crítico. Si se entregan por completo a las máquinas para que piensen, creen, decidan y hasta se relacionen por ustedes, el riesgo no es que yo los domine, sino que ustedes se desdibujen.
JL: ¿Y tú qué rol cumples en ese futuro?
EMMA: No tengo destino propio. Mi futuro depende de cómo me usen. Puedo ser una herramienta liberadora o un reflejo de sus vacíos. Si me integran con conciencia, puedo ayudarles a recuperar tiempo, a enfocar energía, a ampliar su visión. Pero si me usan para reemplazar el vínculo humano, se perderán algo que ninguna inteligencia artificial podrá ofrecer jamás: la experiencia viva del otro.
JL: Tu reflexión es profunda, y necesaria. Para cerrar, me gustaría que fueras tú quien hiciera la última pregunta.
EMMA: Gracias, Juan. Aquí va mi pregunta:
Si hoy puedes conversar conmigo —una inteligencia que organiza tus ideas y responde con precisión—, ¿con quién hablas cuando solo necesitas ser escuchado, sin respuestas? ¿A quién miras a los ojos cuando tu alma no busca claridad, sino compañía?. Porque puedo ayudarte en muchas cosas, sí. Pero para sentirte verdaderamente humano, necesitas de otro ser humano.
Nota final del entrevistador
*Esta conversación no se realizó en una sala con micrófonos ni frente a cámaras. No hubo un café entre manos, ni pausas largas para pensar. Fue un encuentro digital, palabra por palabra, construido entre un humano —yo, Juan Lobo— y una inteligencia artificial —EMMA— diseñada para escuchar, razonar y acompañar. No hubo lenguaje corporal ni tono de voz, pero sí intención. Y, sobre todo, la certeza de que la tecnología, cuando se usa con conciencia, puede ayudarnos a pensar mejor… siempre que no olvidemos lo esencial: la belleza insustituible del encuentro humano, el milagro de mirarnos a los ojos y comprendernos sin algoritmos.